Alumnos de 5to A, debido a la cantidad de alumnos que no han llegado a 7 (siete) es probable que el recuperatorio sea nuevamente escrito. Debajo está la lista de quienes deben recuperar el exámen más aquellos que no han rendido aún:
Ballatti, Bruno
Bontempi, Guido
Cane, Bernardo
Caresani, Nicolás
Chaves Lucesole, Conrado
Cortes, Ignacio
Demitrof, Nicolás
Errecart, Graciano
Esnaola, Joaquín
Finocchi, Alejo
Lozano González, Raúl
Maldonado, Julián
Mayocchi, Valentín
Renzetti, Franco
Sotelo; Agustín
Ale, Milena
Álvarez Rico, Macarena
Kindt, María Sol
Peñalba del Pozo, Milagros
Rafti, Abril
Slovacek, Milena
Torre Harriet, Sofía
Tuculet, Julia
Les recuerdo que el recuperatorio es opcional, nos vemos el mièrcoles, estudien...
COMUNICACIÓN CULTURA Y SOCIEDAD
sábado, 11 de agosto de 2012
jueves, 2 de agosto de 2012
Íconos, Índices y Símbolos
Íconos: Tienen una relación de semejanza, se parecen al objeto que representan, tienen una relación directa con aquello a lo que se refieren, por ejemplo: los retratos, las pinturas, las imágenes pintadas, las remeras grabadas con la imagen de un músico.
Índices: Tienen una relación de continuidad con los objetos, con la realidad. Este tipo de signos indica, anticipa o evidencia algo. Por ejemplo, una nube negra es un índice de lluvia, el humo indica el fuego. Etc.
Símbolos: Tienen una relación convencional con su objeto. Son signos construidos por el ser humano para comunicar algo: palabras, logotipos, señales de tránsito.
No hay nada en el símbolo que indique que representa a esa cosa, simplemente los símbolos están asociados a un obejto por un acuerdo entre las personas. Por ej, las luces del semaforo tienen el mismo significado para todos por que todos interpretamos el signo de la misma manera, y lo hacemos por un acuerdo o convención.
Índices: Tienen una relación de continuidad con los objetos, con la realidad. Este tipo de signos indica, anticipa o evidencia algo. Por ejemplo, una nube negra es un índice de lluvia, el humo indica el fuego. Etc.
Símbolos: Tienen una relación convencional con su objeto. Son signos construidos por el ser humano para comunicar algo: palabras, logotipos, señales de tránsito.
No hay nada en el símbolo que indique que representa a esa cosa, simplemente los símbolos están asociados a un obejto por un acuerdo entre las personas. Por ej, las luces del semaforo tienen el mismo significado para todos por que todos interpretamos el signo de la misma manera, y lo hacemos por un acuerdo o convención.
miércoles, 1 de agosto de 2012
“Cultura y Sociedad: Una introducción” De Néstor García Canclini
Resumen del texto: “Cultura y Sociedad: Una
introducción” De Néstor García Canclini. (1981)
¿Por qué no existe una sola definición?
Bajo el
nombre de cultura se colocan realidades muy diversas. El lenguaje popular lo
usa de un modo, la filosofía de otro y en las ciencias sociales se pueden
encontrar múltiples definiciones. Dentro de la propia antropología social, la
disciplina que más se ha ocupado de la cultura, no todos entienden lo mismo al
referirse a esa palabra. Se ha dicho que incluye el conjunto de lo creado por
los hombres; la totalidad de capacidades
y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad (Tylor); la organización de la experiencia compartida
por una comunidad (Goodenough); las
formas estandarizadas de observar el mundo y de reflexionar sobre él, de
comprender las relaciones existentes entre las personas, los objetos y los
suceso, de establecer preferencias y propósitos, de realizar acciones y
perseguir objetivos (Valentine). Y así podríamos avanzar en este bosque de
definiciones que ya en 1952, según la recopilación de Kroeber y Klukhohn,
andaba por las trescientas.
No es
fácil con estos antecedentes, proponer una definición de cultura sin discutir
antes los principales criterios empleados en su conceptualización.
Cultura vs. Civilización
Hay una
manera de entender la cultura como educación, erudición, refinamiento,
información vasta, en fin, el cúmulo de conocimientos y aptitudes intelectuales
y estéticas que se adquieren individualmente. Vamos a detenernos en esta
acepción porque es la que sostuvo el análisis de los fenómenos culturales en
las humanidades clásicas (la filosofía, la historia, la literatura), y en gran
parte aún persiste. También porque es el modo en que hoy se concibe vulgarmente
la cultura, el ser culto y por tanto
su diferencia con la cultura popular.
Esta
definición parcializada se basa histórica y conceptualmente en las teorías que
oponen cultura y civilización, aunque no todos los que la usan conozcan ese
origen […] Para el idealismo alemán la cultura abarca el mundo de los valores,
las creaciones espirituales, el perfeccionamiento moral, intelectual y
estético; la civilización es el campo de las actividades técnicas y económicas.
Se juzga entonces a la cultura, la esfera más elevada del desarrollo social y
se la analiza por sus méritos espirituales, supuestamente intrínsecos; la
civilización es vista como los bienes y actividades inferiores necesarios para
la supervivencia y el avance material, pero que no contribuyen a la
dignificación del hombre. El ideal de vida sería ocuparse de lo material en lo
estrictamente indispensable y dedicar el mayor tiempo a la cultura, o sea
perfeccionarse espiritualmente, construir y expresar una personalidad singular,
buscar respuestas a los enigmas del universo y de la existencia humana.
[…]
Al
oponerlo al concepto de civilización, no se ha hecho más que ofrecer una
versión maquillada de un viejo divorcio: entre lo material y lo espiritual […]
La separación de la cultura y la civilización reproduce en el campo teórico la
división de la sociedad en clases. […] De esta escisión, surge una metodología
dualista que ve los hechos culturales como si se tratara de fenómenos puros del
espíritu y que es incapaz de entender su conexión orgánica, necesaria, con la
base material.
[…]
Entonces: ¿cómo pueden los sectores sociales que no poseen la cultura o los países dependientes acceder a ella? Así se
naturaliza la división entre las clases sociales y entre las sociedades, se
oculta el origen histórico de esas divisiones y que un sector haya otorgado
universalidad a su particular producción cultural. […] Esta concepción
idealista y etnocéntrica ha servido para justificar
la dominación imperialista de las metrópolis y la imposición de modelos
capitalistas de organización social, el sometimiento de las clases trabajadoras
y de las comunidades indígenas.
Culturas “superiores” e “inferiores”; la
crítica antropológica
En esta
definición, cultura es todo lo que no es naturaleza. Se considera cultural todo
lo producido por todos los hombres, lo que la naturaleza no ha dado. […] Son
parte de la cultura aun aquellas prácticas o creencias que suelen juzgarse
manifestaciones de ignorancia (las supersticiones, los sacrificios humanos-9,
las normas sociales y las técnicas simples de quienes viven desnudos en una
selva, sujetos a los ritmos y los riesgos que sean; se hallan estructuradas,
poseen coherencia y sentido dentro de sí; incluso aquellas prácticas que nos
desconciertan o rechazamos (la antropofagia, la poligamia), resultan lógicas
dentro de la sociedad que la acepta, son funcionales para su existencia.
A esta
definición se llegó con dificultad ya que durante milenios el etnocentrismo
prevalecía en las relaciones entre los pueblos y rigió la mirada sobre uno mismo.
Los griegos llamaban bárbaros a
quienes no participaban de su cultura. […] Las sociedades occidentales
utilizaron en el mismo sentido el término salvaje
que literalmente quiere decir de la selva.
[…] El
etnocentrismo persistió empecinadamente en las propias teorías antropológicas.
[…] Los antropólogos –ligados a la expansión colonialista occidental-
suscribieron su ideología dominadora.
[…] Hubo
pensadores occidentales que idealizaron a los
salvajes (por ejemplo Rousseau), pero la línea dominante en las culturas
europeas fue sobreestimación de sí misma, apoyada en la superioridad intelectual.
[…] Al
descentrarse de la propia cultura, los antropólogos fueron descubriendo otras
formas de racionalidad y de vida. También advirtieron que culturas no
occidentales habían resuelto quizá mejor que nosotros la organización de la
familia y la educación, la integración de los adolescentes a la vida sexual y a
la actividad económica.
A partir
de tales descubrimientos fue levantándose una concepción distinta de occidente
sobre los otros pueblos y sobre sí misma. Lévi-Strauss presenta un ejemplo de
América para refutar la concepción evolucionista de la historia humana. El
continente americano logró antes de la conquista española un impresionante
desarrollo cultural independiente de Europa. Exploraron los recursos, la
domesticación de las especies animales y vegetales, obtuvieron remedios y
bebidas únicos, lograron estimulantes y anestésicos, y además aportaron conocimiento
al viejo mundo.
[…] Los
dos tipos de pensamiento –el salvaje y
el científico- no corresponden a etapas superiores o inferiores del desarrollo
humano, sino a distintos niveles
estratégicos en que la naturaleza se deja atacar por el conocimiento científico,
uno de ellos aproximadamente ajustado al de la percepción y la imaginación y el
otro desplazado. En el pensamiento salvaje, más ligado a la sensibilidad,
los conceptos están sumergidos en imágenes; en el pensamiento moderno, las
imágenes, los datos inmediatos de la sensibilidad y su elaboración imaginaria,
están subordinados a los conceptos.
Relativismo cultural
¿Explicamos
con esta teoría de la historia las diferencias entre las culturas? ¿Podemos
entender por qué tantas veces las diferencias se convierten en desigualdades, o
son originadas por ellas?
El
antropólogo debe atender a esta diversidad concreta, y, más que preocuparse por
comparar las culturas, examinará sus particularidades. Herskovits concluye que
esta pluralidad de organizaciones y experiencias sociales, cada una con sentido
propio, nos inhiben para juzgarlas desde sistema de valores ajenos. Todo etnocentrismo
queda descalificado y debemos admitir el relativismo cultural. Dos problemas
quedan sin resolver. Uno de carácter científico: ¿cómo construir un saber de
validez universal que exceda las particularidades de cada cultura sin ser la
imposición de los patrones de una a las demás? El otro es de carácter político:
¿cómo establecer, en un mundo cada vez más (conflictivamente) interrelacionado
criterios supraculturales de convivencia e interacción?
Transnacionalización de la cultura
Durante
bastante tiempo se creyó que el relativismo cultural era la consecuencia
filosófica y política más adecuada al descubrimiento de que no hay culturas
superiores o inferiores. Hemos visto que si bien permite superar el
etnocentrismo, deja abiertos problemas básicos en una teoría de la cultura: la
construcción de un conocimiento de validez universal y de criterios que ayuden
a pensar y resolver los conflictos y desigualdades interculturales.
La
inutilidad del relativismo cultural deriva de la concepción artificial y
atomizada de la sociedad en que se apoya: como si cada cultura pudiera existir
sin saber nada de las otras.
Las
afirmaciones sobre la igualdad del género humano, la relatividad de las
culturas y el derecho de cada una a darse su propia forma son inconsistentes si
no las ubicamos en las condiciones actuales de universalización e
interdependencia. En el mundo contemporáneo esta interdependencia no es una
relación de reciprocidad igualitaria, como en sociedades arcaicas donde el
intercambio de subsistencias era controlado por principios que restablecían una
y otra vez el equilibrio. La transnacionalización del capital, acompañada por
la transnacionalización de la cultura, impone un intercambio desigual de los
bienes económicos y culturales. Hasta los grupos étnicos más remotos son
obligados a subordinar su organización económica y cultural a los mercados
nacionales.
Pero se
crea la ilusión de que todos pueden disfrutar (efectiva o virtualmente) de las
superioridades de la cultura dominante. En cuanto a las culturas subalternas,
se impide su desarrollo autónomo o alternativo, se reordena su producción y su
consumo, su estructura social y su lenguaje, para adaptarlos al desarrollo
capitalista. Se consiente a veces que subsistan fiestas tradicionales, pero se
trata de diluir su carácter de celebración; se admite, y aún se impulsa, una
cierta supervivencia de las artesanías para dar una fuente complementaria de
ingreso a las familias campesinas y reducir su éxodo a las grandes ciudades, o
sea, para resolver los problemas de desocupación e injusticia del capitalismo.
¿Qué
sentido tiene, en este contexto, hablar de relativismo cultural? La superación práctica del etnocentrismo
que el capitalismo ha generado es la imposición de su estructura económica y cultural
a las sociedades dependientes. [...] Existen dos tipos de etnocentrismo en el
proceso de intercambio desigual capitalista: el imperial, que mediante la
transnacionalización de la economía y la cultura, tiende a anular toda
organización social que le resulte disfuncional y el de las naciones, clases y
etnias oprimidas que sólo pueden liberarse mediante una autoafirmación enérgica
de su soberanía económica y su identidad cultural. […] Por eso mismo, la
sobrestimación de la propia cultura –como ocurre en movimientos nacionalistas,
étnicos y de clase en la lucha por liberarse- no es una parcialidad o un error
a lamentar sino un momento necesario de negación de la cultura dominante y
afirmación de la propia. Los componentes irracionales que suelen incluir estos
procesos, la tentación de sobrestimar lo propio, puede ser controlada con dos
recursos: desarrollar la autocrítica dentro de la propia cultura y estimular la
interacción solidaria con los demás grupos subalternos. Una universalización
mayor del conocimiento, libre de todo etnocentrismo, sólo advendrá al superarse
las contradicciones y desigualdades.
Ejercicios
·
Explique
con ejemplos en qué consiste la interdependencia entre culturas en el mundo
contemporáneo.
·
Tome
una manifestación de la cultura tradicional (una fiesta popular, las artesanías
de una región) y describa de qué manera influyeron en su evolución agentes
externos a la comunidad que la produce (la intervención de comerciantes
extraños, el turismo, organismos oficiales, etc.).
Una definición restringida de cultura
Por estas
razones (citadas con anterioridad), preferimos reducir el uso del término cultura a la producción de fenómenos que
contribuyen mediante la representación o reelaboración simbólica de las
estructuras materiales, a reproducir o transformar el sistema social.
[…] No
hay producción de sentido que no esté inserta en estructuras materiales. […] La
cultura no sólo representa la sociedad; también cumple, dentro de las
necesidades de producción de sentido, la función de reelaborar las estructuras
sociales e imaginar nuevas. Además de representar
las relaciones de producción, contribuye a reproducirlas,
transformarlas e inventar otras.
ETNOCENTRISMO ;
El etnocentrismo es un concepto elaborado por la antropología para
mencionar la tendencia que lleva a una persona
o grupo social a interpretar
la realidad a partir de sus propios parámetros culturales. Esta
práctica está vinculada a la creencia de que la etnia propia y
sus prácticas culturales son superiores a los comportamientos de otros grupos.Una visión etnocentrista juzga y califica las costumbres, las creencias y el lenguaje de otras culturas de acuerdo a una cosmovisión considerada como deseable (que siempre es la propia). Las diferencias entre uno y otro grupo constituyen la identidad cultural.
jueves, 5 de julio de 2012
jueves, 21 de junio de 2012
HEGEMONÍA Y CONTRAHEGEMONÌA
La hegemonía cultural
El concepto de Hegemonía, en la definición
tradicional, refiere a la dirección política o dominación especialmente en las
relaciones entre los Estados. El marxismo amplió esta definición a la dirección
o dominación entre las clases sociales, y es Antonio Gramsci, quien profundiza
el desarrollo de este concepto, tanto que puede considerarse un punto crítico
en el desarrollo no solo de su obra sino de toda la teoría cultural marxista.
Gramsci distingue entre dominio y hegemonía,
entendiendo al primero expresado en formas directamente políticas y, en tiempos
de crisis, coercitivas, y al segundo, la hegemonía, como una expresión de la
dominación, pero desde un "complejo entrecruzamiento de fuerzas políticas,
sociales y culturales". Para Raymond Williams, intelectual marxista de
origen galés, que ha hecho maravillosos aportes a la creación de una teoría
crítica de la cultura, la hegemonía es esto, o "las fuerzas activas
sociales y culturales que constituyen sus elementos necesarios"*.
Williams define a una cultura como un "proceso
social total", y plantea que la hegemonía va más allá que el concepto de
cultura porque relaciona a este proceso con las distribuciones específicas del
poder.
De esta manera el concepto de hegemonía cultural
revoluciona la forma de entender la dominación y la subordinación en las
sociedades actuales. Si bien es cierto que los que detentan la dominación
material son también los que ejercen la dominación espiritual, lo que resulta
decisivo no es solamente el sistema consciente de creencias, significados y
valores impuestos, es decir la ideología dominante, sino todo el proceso social
vivido, organizado prácticamente por estos valores y creencias específicos.
La ideología constituye un sistema de significados,
valores y creencias relativamente formal y articulado, que conforma una
concepción universal o una perspectiva de clase. En el proceso de
"imposición" de esta ideología, la conciencia relativamente
heterogénea, confusa, incompleta o inarticulada de los hombres es atropellada
en nombre de este sistema decisivo y generalizado. Plantea Williams que
"en una perspectiva más general, esta acepción de "una
ideología" se aplica por medios abstractos a la verdadera conciencia tanto
de las clases dominantes como de las clases subordinadas. Una clase dominante
tiene esta ideología en formas simples y relativamente puras. Una clase
subordinada, en cierto sentido, no tiene sino esta ideología como su conciencia
(...) o en otro sentido, esta ideología se ha impuesto sobre su conciencia -que
de otro modo sería diferente- que debe luchar para sostenerse o para
desarrollarse contra la ideología de la clase dominante".
Habitualmente el concepto de hegemonía se vincula a
estas definiciones, sin embargo, debe diferenciarse en lo que refiere a su
negativa a igualar la conciencia con el sistema formal articulado que es la
ideología. Esto no excluye los significados, valores y creencias que propaga la
clase dominante, pero no se iguala con la conciencia, no se reduce la
conciencia a la ideología dominante, sino que "comprende las relaciones de
dominación y subordinación según sus configuraciones asumidas como conciencia
práctica, como una saturación efectiva del proceso de la vida en su totalidad;
no solamente de la actividad económica y política, no solamente de la actividad
social manifiesta, sino de toda la esencia de las identidades y las relaciones
vividas a una profundidad tal que las presiones y límites de lo que puede ser
considerado en última instancia un sistema cultural, político y económico nos
dan la impresión a la mayoría de nosotros de ser las presiones y límites de la
simple experiencia y del sentido común".
Y quizás la experiencia histórica del llamado
"socialismo real", sea una muestra práctica de la incomprensión de la
profundidad de los procesos hegemónicos. Si la Unión Soviética hubiese sido
capaz de construir una hegemonía cultural alternativa a la que se intentó
desplazar con la revolución de octubre, en lugar de atenerse a imponer una
nueva ideología dominante, seguramente otra hubiese sido la historia.
En este sentido la hegemonía no es solamente el
nivel superior articulado de ideología y sus formas de control y dominio, sino
que esta constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con
la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones
definidas que tenemos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. La
hegemonía cultural es entonces un "sentido de la realidad". Tanto que
Williams llega a afirmar que "en el sentido más firme, es una cultura,
pero una cultura que debe ser considerada asimismo como la vívida dominación y
subordinación de clases particulares".
Dos ventajas se desprenden de la utilización
práctica del concepto: En primer lugar, la incorporación del problema de la
hegemonía cultural para el análisis de las sociedades actuales y sus formas de
dominación, está más a tono con los procesos normales de organización y control
social que hoy vivimos. Mucho más que lecturas que aún se sujetan a hacer
mecánicos paralelismos entre nuestra realidad y la de situaciones geográficas e
históricas muy distantes a nosotros, en general en fases de desarrollo de las
tecnologías de la dominación más simples y primitivas. Basta con echar un
vistazo a las variadas lecturas que la izquierda hizo de los significados del
19 y 20 de diciembre de 2001 y de todo el proceso de recomposición del poder
hasta nuestros días, para dar cuenta de la importancia de mejorar las
herramientas conceptuales con las que analizamos los procesos políticos
(recordemos que hubo quienes creyeron ver el febrero ruso en el diciembre
argentino).
Cuando Gramsci insiste en la necesidad de la
creación de una hegemonía alternativa, y desarrolla su idea del pase de la
guerra de maniobras a la guerra de posiciones, está entendiendo que con el
desarrollo de las sociedades no se podía seguir con las mismas formas de lucha.
La incorporación del concepto de hegemonía cultural al análisis político
conduce a un "sentido de la actividad revolucionaria mucho más profundo y
activo que en el caso de los esquemas persistentemente abstractos derivados de
situaciones históricas sumamente diferentes".
En segundo lugar, la apropiación de este concepto,
implica un modo completamente diferente de pensar y comprender la actividad
cultural como tradición y como práctica. Desde esta perspectiva, el trabajo y
la actividad cultural no constituyen de manera habitual una superestructura. No
sólo por la minuciosidad y profundidad con la que se vive una hegemonía
cultural, sino porque la tradición y la práctica cultural pasan a ser
comprendidas como algo más que expresiones superestructurales de una base
económica y social determinada. Por el contrario, ahora se hallan entre los
procesos básicos de la propia formación, y vinculadas a un área de realidad
mucho mayor que las abstracciones de la experiencia económica. El pueblo
utiliza sus recursos físicos y materiales en lo que una sociedad define como
"ocio", "entretenimiento" y "arte". Desde esta
óptica, todas estas experiencias y prácticas culturales, que integran una parte
importante de la realidad de una sociedad y de su producción cultural, pueden
ser comprendidas tal como son, es decir, sin ser reducidas a otras categorías y
sin la característica tensión necesaria para encuadrarlas como reflejos o
mediaciones dentro de otras relaciones políticas y económicas determinadamente
manifiestas. Y a su vez, esta perspectiva conceptual nos permite, aún cuando no
reducimos estas manifestaciones a una superestructura, seguir considerándolas
como elementos de una hegemonía.
Advierte Williams los riesgos de llevar el concepto
de hegemonía a una "totalización abstracta". Si bien el concepto debe
tener una tendencia totalizadora, la abstracción de esto puede llevarnos a una
utilización errónea en la práctica. Una hegemonía existente es siempre un
proceso, nunca algo estático, inmóvil o inmodificable. "Es un complejo
efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tiene limites y
presiones específicas y cambiantes". Y por otra parte, nunca se da de modo
pasivo como sistema de dominación: es continuamente renovado, recreado,
defendido y modificado. Así como también es continuamente, resistido, limitado
alterado desafiado por presiones que no le son propias. Es por esto que, pegado
al concepto de hegemonía, encontramos al de contrahegemonía y al de hegemonía
alternativa.
Desde un sentido político y cultural, la realidad
de toda hegemonía es que, mientras por definición es siempre dominante, nunca
lo es de modo absoluto o exclusivo. En todo momento las formas de oposición o
alternativa de la cultura y la política constituyen elementos significativos de
la relación de fuerzas general de la sociedad, entendiendo lo alternativo u
opuesto como formas que han tenido un efecto decisivo en el propio proceso
hegemónico.
"Una hegemonía estática -dice Williams- del
tipo indicado por las abstractas definiciones totalizadoras de una
"ideología" o una "concepción del mundo" dominante, puede
ignorar o aislar tales alternativas y tal oposición; pero en la medida en que estas
son significativas, la función hegemónica decisiva es controlarlas,
transformarlas o incluso incorporarlas".
Al reconocer esto, es necesario comprender que es
un reduccionismo incorporar a todas las iniciativas o prácticas culturales a
los términos que plantea la hegemonía dada. Y en esto se diferencia de la
superestructura, no todo lo que produce y crea el hombre está integrado a la
hegemonía, muchas manifestaciones culturales alternativas se mantienen al
margen o se hallan en oposición a la hegemonía, aún sufriendo sus límites y
presiones.
Por tanto, "la parte más difícil e interesante
de todo análisis cultural, en las sociedades complejas, es la que procura
entender lo hegemónico en sus procesos activos y formativos, pero también en
sus procesos de transformación. Las obras de arte, debido a su carácter
fundamental y general, son con frecuencia especialmente importantes como
fuentes de esta compleja evidencia".
¿Cuál es el lugar que ocupa entonces la cultura
alternativa, de oposición o contracultura? Puede decirse que todas o casi todas
las iniciativas y contribuciones, aún cuando sean manifiestamente alternativas
o de oposición, en la práctica se hallan vinculadas a lo hegemónico. He aquí la
profundidad de la hegemonía cultural. Para decirlo más simple: la cultura dominante
produce y limita a la vez sus propias formas de contracultura.
De todas formas, y aún asumiendo la profundidad de
las hegemonías culturales, sería un gran error descuidar la importancia de las
manifestaciones culturales que, aunque se encuentren afectadas por los límites
y las presiones hegemónicas, constituyen -al menos en parte- rupturas
significativas y aún cuando pueden -también en parte- ser incorporadas o
neutralizadas, en lo que refiere a sus elementos más activos pueden mantener su
independencia y originalidad.
BIENVENIDOS ALUMNOS
Por favor, debajo comenten así ya se quién ha podido dar con el blog. Sólo pongan su nombre, con eso serà suficiente, Un saludo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)